Para competir en el codiciado segmento de relojes deportivos de lujo con pulseras integradas, Chopard presentó en 2019 la colección Alpine Eagle. Inspirado en la línea St. Moritz de la década de 1980, y gracias a su acurado diseño y una mecánica sin tacha alguna, el Alpine Eagle se ofrecía como una alternativa real a los icónicos Nautilus y Royal Oak. En estos cuatro años la colección ha ido sumando diferentes complicaciones al original sólo hora con fecha, entre las que se encuentran el cronógrafo flyback, el tourbillon volante o el fascinante Cadence 8HZ de alta frecuencia, además de las habituales y lujosas referencias engastadas. Pero ha sido este año cuando Chopard ha presentado la versión que personalmente más me atrae, un elegante Alpine Eagle ultraplano en caja de 41 mm con un grosor de tan solo 8 mm.
Como era de suponer, la caja está fabricada con el espectacular acero patentado de Chopard, el Lucent Steel A223, una aleación con un brillo y dureza muy superior al resto de aceros habitualmente utilizados en relojería y que además está fabricada con un 85 % de materiales reciclados.
Su geometría es inconfundible gracias a los protectores de corona duplicados en la carrura izquierda, un bisel plano con ocho tornillos y la corona grabada. Para lograr unas proporciones equilibradas en línea con su perfil más delgado, se han recortado ligeramente los lados del bisel, por lo que la esfera, aunque mantiene su diámetro, parece visualmente más grande. La carrura y el bisel lucen un satinado en vertical, mientras que los chaflanes están pulidos.
El impecable brazalete integrado del Chopard Alpine Eagle 41 XPS tiene un triple cierre desplegable con pulsadores de seguridad. Manteniendo una geometría ligeramente cónica, su eslabón medio está pulido, aunque en realidad no es un eslabón, sino una pieza superpuesta atornillada al ancho eslabón satinado.
Esta vez, la distintiva esfera texturizada en vórtice adquiere un tono rosa salmón bautizado como «Monte Rosa», una bella tonalidad que en directo adquiere matices cobrizos. Sin embargo, más que su color, uno de los puntos claves es la ausencia de la ventana de fecha, cuando en el resto de versiones de la colección (excepto en el tourbillon y los engastados) está siempre presente entre las 4 y 5 horas.
Sin la fecha mejora claramente su equilibrio y proporcionalidad, algo a lo que también contribuye decisivamente el pequeño segundero ubicado a las 6 horas, el otro punto focal, delimitado por un delgado marco ligeramente empotrado, con una escala en negro en el anillo perimetral y un centro azuré.
Esta subesfera rivaliza con los tres llamativos numerales romanos en los puntos cardinales (3, 9 y 12 horas) reclamando nuestra atención visual. Es un guardatiempo elegante pero a la vez un práctico reloj deportivo, lo que hace que la presencia del Super-LumiNova en los índices aplicados y agujas centrales de horas y minutos de oro blanco sea bien recibida. Colaborando a que la legibilidad de las indicaciones sea impecable, hay una atrevida línea luminiscente en la manecilla del pequeño segundero.
Si el grosor es de únicamente 8 mm es gracias al movimiento que le da vida, el calibre LUC 96.40-L, un mecanismo de remonte automático con horas y minutos centrales, pequeño segundero y una función de parada de segundo. Aunque sólo mide 3,30 mm de espesor, implementa dos barriletes apilados (tecnología Twin) que garantizan una excelente reserva de marcha 65 horas proporcionada por su micro-rotor de oro descentrado. Todos los componentes del movimiento están acabados según los estándares del sello Poinçon de Genève, un sello de calidad grabado en el fondo de caja y en el puente principal. El movimiento está certificado por COSC y la definición como cronómetro se expresa en la esfera bajo el logotipo de Chopard. El L.U.C 96.40-L se basa en el calibre L.U.C 96.01-L, el primer calibre de Chopard presentado en 1996. Una pequeña curiosidad: los primeros dos dígitos de los movimientos L.U.C se refieren al año de su debut.
El nuevo Chopard Alpine Eagle 41 XPS estará disponible por 24.400 €.
