Quizás porque sólo está compuesta por tres modelos, una de las colecciones menos conocidas de Longines es la 1832. Ubicada dentro de la línea Tradición Relojera junto a otras más reconocidas como la Master Collection, o la Conquest, la colección 1832 representa el homenaje de la firma al año de su fundación. Elegante y clásico pero a la vez contemporáneo, a las referencias con fecha sola o acompañada del día de la semana se les suma ahora la complicación más poética, la fase lunar.
Hace escasas semanas os presentamos el Master Collection Moonphase, un reloj con el que comparte funciones y calibre. A pesar de la estética de aires vintage de ambos relojes, ninguno de ellos se corresponde a una reedición de un Longines de época, lo que los situaría dentro de la colección Heritage. Un ejemplo de ellos sería el Flagship, un icono de la firma relanzado hace siete años y homenajeado hace dos con una edición limitada que celebró su 60 aniversario. Ciertamente, su look guarda cierto parecido con el 1832 Moon Phase gracias a que éste se inspira en la estética de los años 50 y 60, justo cuando se creó el Flagship (1957).
Lo primero que destaca de su caja de acero es el protagonismo de sus asas facetadas debido a su longitud y su relación con la carrura, de la cual parecen emerger casi en perpendicular. Este «voladizo» de las asas podría comprometer su comodidad en muñecas de diámetro reducido, aunque cuando lo tuve en la mía he de reconocer que me quedaba como un guante.
El diseño de mediados del siglo XX del Longines 1832 Moon Phase se combina con una caja de dimensiones modernas, unos 40 mm de diámetro que me parecen perfectos para albergar holgadamente la esfera y sus indicaciones. Su nitidez, legibilidad y proporcionalidad son, en mi opinión, perfectas.
De un suave color beige, la esfera presenta un fino acabado granulado que según el ángulo de incidencia de la luz, hace que parezca plateada. Sobre ella se disponen los índices horarios, rectangulares y facetados, acompañados, también aplicados, por una escala de minutos perimetral formada por sesenta índices en forma de pequeños conos. Bueno, para ser exactos son 48, ya que coincidiendo con las horas son sustituidos por puntos luminiscentes de su mismo tamaño, que se complementan con la línea, también luminiscente, insertada en la «cresta» de las manecillas dauphine. La presencia de Super-LumiNova es otra muestra del Yang contemporáneo de este reloj de inspiración vintage.
Por su parte, la indicación de fase lunar en la mitad inferior de la esfera incluye un indicador de fecha en su anillo perimetral mediante números arábigos, que son señalados por una manecilla central. Sencilla, pero limpia y eficaz.
Su presencia viene equilibrada bajo las doce horas por el nombre y el logo de la marca, el reloj de arena alado, junto a la definición de Automatic impresa con una elegante y retro tipografía itálica ligada.
Como hemos comentado antes, en su interior late el mismo movimiento que el Master Collection Moon Phase, el calibre L899.2. Este mecanismo de remonte automático, fabricado por ETA (A31.L91) en exclusiva para Longines, late a 25.200 alternancias por hora y dispone de una reserva de 64 horas. Como vemos, éste es otro ejemplo de la política de Longines de implementar calibres exclusivos para diferenciarse de la competencia. Lástima que su diámetro de 25,20 mm quede muy lejos de los bordes de la caja, por lo que se hace imprescindible el ancho (y poco estético) anillo de la trasera para complementar el cristal de zafiro.
Muchas opciones de correa funcionarían en un reloj como este, pero sin duda, la elegida de cocodrilo marrón oscuro con costuras en contraste de color crema es una excelente opción que combina perfectamente con el beige de la esfera. Por último, comentar que su precio es de 2.070 €.